sábado, 6 de diciembre de 2014

Recuerdos de Santiago

Era de noche y aunque a decir verdad todavía no era muy tarde, las actividades habían terminado. La "negra" Sosa   ya se había ido. Allá éramos todos así, "La gorda", "el alto", "el cosquilludo", "el pelado", "el gordo" y lejos de ofendernos o menospreciarnos era la forma que tenían de identificarnos. 

Los mates habían cesado y ahí estábamos nosotros, entre exhaustos y acelerados, descansando y planificando, organizando y ordenando todo para el otro día.  Para ese entonces serían cerca de las 20:00 imposible saberlo sin luz, sin radio, sin relojes sin nada.  Estábamos en el patio delantero de la escuela tirados en el escenario. Esperen, no se imaginen el Broadway o el Teatro Astral, "el escenario" era un bloque de cemento de 2 x 2 en el medio de la nada en la que se hallaba inmersa la escuela. 

Algunos estaban cocinando mientras que otros, algo más animados, estaban en el fogón a pura guitarreada. Esa no era una noche más, el silencio solo se rompía por alguna risotada o algún intento frustrado de sapucay de alguno de los chicos arrimados al fuego. Ese silencio parecía traducirse en lo increíblemente azul que se veía el cielo.  Nunca en mi vida vi tal espectáculo. El cielo de color azul noche pasó en cuestión de segundos a ser una terraza celeste. No entiendo de donde salieron tantas estrellas, parecían tener formas, tamaños y colores diferentes los cuales jamás había visto.

Estaba tirado y con mis 17 años quería creer que podríamos  ir toda la vida y que íbamos a contribuir a mejorar año tras año la situación de Anga y de Chira pero la realidad era otra. En ese momento Ale, uno de los "grandes",  tocó el duende del bandoneón y no me pregunten cómo, aún hoy sigo maravillado, ubiqué en el cielo una estrella fugaz. Parecía mentira casi hasta impensado pero pasó y allí pedí mi deseo... Aun no se dió, pero sé que en algún momento volveré. 




Permiso señor yo quiero pasar también santiagueño soy.-



@mnferri

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